EL AMIGO Y LA FELICIDAD
Uno de los temas que más preocupa al hombre es el de la felicidad, y está bien que así sea: Dios me ha creado para ser feliz. El mismo Jesucristo nos invita a participar de su alegría para que nuestra felicidad sea completa nos dice (cfr. Jn. 15, 11). Por ello el signo de la presencia de Jesús en nosotros es la alegría. Tal vez estamos acostumbrados a confundir la alegría con cierto estado de ánimo pasajero, más bien sensible y circunstancial, incluso con cierta referencia exclusiva a nuestros deseos y gustos, que no está mal si lo sabemos integrar en un todo y no hacer de esto la única fuente de nuestra felicidad. Estamos hablando de la felicidad del hombre que es un ser humano y espiritual. Asumirnos en esta doble dimensión es comprender que la felicidad tiene un aspecto que hace a nuestro espíritu, esto es lo que nos distingue precisamente como seres superiores. Esto nos permite comprender que la felicidad puede convivir incluso con el dolor. Ella está en un plano que nos habla de valores e integridad moral, de coherencia y paz interior. Cuántas veces nos puede invadir la tristeza y el desaliento. Ante ello lo fácil puede ser la búsqueda de lo pasajero sin profundidad, lo que nos ofrece una sociedad que privilegia la avidez del consumo. El camino de la verdadera felicidad tiene que ver, en cambio, con la capacidad de gozo de acuerdo a nuestra condición de seres espirituales. Esto nos debe llevar a plantear la necesidad de cuidar esta realidad y tener ideales que se encuentren a la altura y dimensión del hombre, es decir, como espíritu encarnado y no solo en una dimensión física de meras satisfacciones más bien sensibles y ocasionales. Qué lugar importante juegan en este aprendizaje de la felicidad el mundo de los valores y los proyectos de vida, que se deben presentar y trasmitir desde la familia y en la escuela. Pero qué contradicción política y cultural se da cuando este discurso que reciben nuestros niños y jóvenes en sus primeros ámbitos de enseñanza, quedan desautorizados o ridiculizados por la misma sociedad, que los debería acompañar con su presencia y ejemplaridad.
El amigo tiene mucho que ver con el nivel de nuestra felicidad. Deseándoles un buen fin de semana en compañía de sus familias y amigos, reciban de su Obispo mi palabra de afecto, junto a mis oraciones y bendición.
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